el cuenta cuentos

Ahora que todos se empeñan en contarnos sus miserias por televisión prensa y radio es hora de que vuelvan los cuenta cuentos

jueves, 20 de enero de 2011

el preso y la luna

Invierno. 1945. Burgos.




Gabriel , un chico extremadamente delgado, 18 años ,el pelo rapado a tirones y una cicatriz en la ceja que le recuerda tiempos mejores  mira por el único escape a la libertad, un pequeño tragaluz enrejado donde todas las noches que las nubes se lo permiten recibe a la única amante que consigue hacerle sonreír, la luna.

Colecciona sus vestidos, con los que la luna, como en una pasarela imaginaria rodeada de estrellas posa para él. Cuarto creciente, cuarto menguante, llena. Y cuando llega a su tragaluz, le entra un impulso irrefrenable y escribe sin parar, escribe para ella.

Gabriel fue encarcelado hace unos meses, bajo el delito de pertenecer a un grupo político y condenado a muerte por su supuesta peligrosidad. El único peligro que él asegura que pudiera tener es que una noche, robara la luna.

Es su obsesión, espera todo el día a que anochezca para rondarla. La única mujer que ha amado.

Gabriel no recibe visitas. Vio a través del ojo de un armario, donde su madre le escondió minutos antes, cuando los golpes en la puerta avisaban peligro, como unos soldados mataban sin contemplaciones a su padre desarmado, y contempló horrorizado como a su madre cuando se tiró hacia ellos golpeándoles con sus puños de rabia le disparaban a bocajarro.

Se tragó el llanto para no ser escuchado y nunca más volvió a hablar, lo que hizo que el resto de presos le apodaran “el mudo”.
Algunos de ellos conmovidos por su historia intentaron acercarse a él sin éxito.


Durante el día caminaba por el patio dando círculos, cabizbajo, con el semblante serio.
Apenas si probaba aquel rancho repugnante con el que les obsequiaban todos los días, y eso junto con su enfermiza delgadez, hacía pensar a muchos de sus compañeros e incluso a algunos funcionarios, que moriría de hambre antes de que la Saca se lo llevara una noche para darle el final que le esperaba delante de un pelotón de fusilamiento.

La noche del 9 de noviembre no quiso probar la cena. Aquella tarde un funcionario había leído la lista de los que serían fusilados esa misma noche. Cuando su nombre retumbó en sus oídos, notó que su corazón se aceleraba, otros presos mayores que él se derrumbaron al oír su destino inminente, pero el permaneció inmóvil y en silencio.
De regreso a su celda, se sentó pacientemente mirando por su tragaluz a esperar a su amante. Sabía que en la madrugada vendrían a por él. Su mirada se tornó triste,  cuando pasaba el tiempo y ella no aparecía. 

En su lugar unas nubes negras, como presagiando su futuro se posaron como dos guardianes en la puerta del cielo impidiendo el paso de la luna. Y Gabriel, que la única vez que había llorado estaba escondido en un armario , esa noche se sintió mas solo que nunca y lloró.

Donde te escondes luna?
¿porque no acudiste a la cita?
Era mi ultima noche
no me castigues sin verte
no me abandones hoy
yo ya no tengo mas noches
yo ya no tengo mas lunas
y la soledad me aterra.

De rodillas, mirando por su tragaluz de rejas , llorando, apenas escuchó los pasos de los guardianes que se acercaban a su celda, casi no escuchó la llave que abría el cerrojo de su puerta , no opuso resistencia cuando fue cogido por los brazos y arrastrado hasta un camión descapotable que esperaba en la puerta de la prisión.

Desde allí podía ver todo el cielo que sus ojos alcanzaban a ver, , acostumbrado a un trocito de cielo, al ver toda su inmensidad creyó marearse.

Pero ni rastro de ella. 
Y sus lagrimas no dejaron de brotar durante todo el camino, sus compañeros de viaje se sorprendían al ver al muchacho que siempre demostró una entereza a prueba de bombas, resquebrajarse como un niño al que le habían quitado su juguete.

El camión paró, un batallón de soldados que esperaban sentados al calor de una fogata se pusieron firmes y comenzaron a coger sus armas.


-!Pelotón de ejecución! Firmes!

El grupo de presos son llevados a la altura del muro del cementerio. Comienza a llover. Gabriel mira al cielo mezclando sus lagrimas con la lluvia. Ella no está.


!Pelotón de ejecución! !Apunten!

El escuadrón colocados en dos filas, una de pie, y otra mas adelantada rodilla en suelo apuntan sin contemplación al grupo de hombres que miran sin acobardarse a sus verdugos, todos menos el más joven, que sigue mirando el cielo buscando a su amada . Alguno de ellos grita !libertad! Antes de que una ráfaga de disparos rompan el silencio de la noche .
.

 Gabriel siente el impacto en el estomago y cae de rodillas al suelo, luego se lleva la mano a su pecho y siente un liquido que le recorre los dedos, con los ojos abiertos cae de espaldas y se queda contemplando el cielo.
Las nubes comienzan a despejarse y se atisba que la luna intenta abrirse sitio entre las nubes negras que conociendo su debilidad por el muchacho intentan taparle los ojos.

Pero Gabriel que siente como sus ojos se cierran, que comienza a notar el charco de su propia sangre que intenta ahogarle escucha en silencio como unos disparos, espaciados en el tiempo rompen el silencio de la noche. Disparos secos que cada vez suenan mas fuerte, disparos de gracia que eliminan cualquier posibilidad de vida. Pero el mira al cielo, quiere verla, sabe que en apenas pocos segundos todo terminará para siempre.Hace frío. Por dentro y por fuera. Nota su cuerpo frío, tan frío que apenas siente el cañón de la pistola en su frente.

La luna se abre camino a empujones, aparta las nubes y sale en todo su esplendor.

 Luna llena que ilumina la noche.
 Gabriel la mira y sonríe. 

Las nubes vuelven a tapar la luna. Vuelve la noche. Llueve.

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